Para lograr cualquier tipo de objetivo siempre es necesario definir una meta.
Tener una imagen clara y al detalle de lo que estás buscando es de suma importancia para saber qué dirección tomar.
Mientras más detalle, al nivel que puedas definir el componente más pequeño e “insignificante” mejor.
Es importante recalcar que está casi garantizado la necesidad de cambiar la dirección y ruta que tomes.
Vas a tener tu rutina, tu buen ritmo y sin darte cuenta te verás en la necesidad de hacer un cambio…
En esta circunstancia es donde la mayoría desiste y se convencen que han estado perdiendo el tiempo.
Y aunque tal situación pudiera parecer un retroceso, las acciones son como el interés compuesto, se acumulan la una sobre la otra para crear una inercia distinguida.
Una inercia que para los que no tiran la toalla les permite pivotar de manera casi instantánea y re-introducirse en la ruta.
Una vez reintroducido en la ruta, pasa el tiempo, la motivación igual que el optimismo va mermando, intentas dilucidar la situación pero no encuentras nada en que sustentarte. Realizas que está tomando más tiempo de lo que esperabas y sencillamente desistes o buscas algo nuevo que hacer.
Al desistir o buscar algo nuevo que hacer se pierde toda la inercia e interés compuesto de acción que llevabas hasta el momento. Empezar de cero nuevamente es inminente… solo por el único hecho de tener un enfoque muy arraigado a la meta y no en el proceso.
Un enfoque muy arraigado en la meta, en la recompensa, en el resultado nunca será muy sustentable. La falta de motivación muy fácilmente puede sobrellevar los deseos de llegar a la meta.
Un enfoque más robusto, confiable y sustentable. Un enfoque que inspira confianza y motivación a largo plazo es tener un enfoque en el proceso. Un enfoque en desarrollarse como persona. Y convertirse en una persona que cumple metas.
Cuando cambias tu enfoque de la meta en sí; al proceso necesario para convertirte en una persona que llega a metas… La abdicación de tus metas será un comportamiento del pasado.
