Para las interrogantes más complejas, la solución suele ser todo lo contrario… simple.
Se asume que para un problema complejo la solución debe ser mayor o igual de compleja que el problema en sí.
Esa asunción retiene a muchos, y no les permite ver con claridad la respuesta o solución tan obvia que se les cruza repetidamente por su camino…
Debido al afán por encontrar una solución compleja, pierden de vista la solución en sus narices.
Se dicen a sí mismos: “No, la solución no puede ser tan simple”.
Y luego se preguntan: “?Porque me cuesta tanto encontrar una solución?”
Simple, no quieren verla.
Aunque sea casi imposible de obviar, lo harán. Porque la mente y los miedos quieren una solución compleja para problemas complejos…
No toma mucho convertirse en receptor de soluciones. Pero no es sencillo porque requiere ir en contra de una creencia muy arraigada.
Sin embargo, una vez se logra desaprender, los problemas que la mente convirtió en ficticiamente monumentales y complejos se convierten a lo que verdaderamente son– simples y de menos importancia de lo pensado.
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